A STANLEY KUBRICK IN MEMORIAM
Muchos años antes
de que Elías Canetti lo dijera en otro contexto refiriéndose a los escritores
(en particular a Böll), Joker había nacido ya con esa característica: la de ser
el custodio de las metamorfosis, pues sabía transformarse en todos los números
y en todos los palos de la baraja inglesa, incluso en el poderoso as, que era
superior incluso que el rey, así fuera el de corazones, tréboles, diamantes o
espadas. Por eso a Joker le hubiera dado risa
que el contrincante de su dueño, Sergio Leone, dijera la frase:
—En
cualquier momento me saco el as de espadas de la manga, my friend.
Stanley
Kubrick era su dueño y sonrió al viejo maestro al sentir en su mano al joker.
Por aquel entonces había conseguido permiso para rodar ya su última película en
un barrio destartalado de Londres donde se llevarían a cabo las escenas de
acción. En lo referente al casting, el actor que encarnaría al sargento Hartman
ya se había ganado su papel gracias a una prueba en la que logró superar a sus
competidores por su capacidad y habilidad innata para decir más groserías que
nadie por unidad de tiempo. Lo que le faltaba a Kubrick era el nombre de su
principal personaje; había jugado con el maestro Leone a las cartas los últimos
días en América en casa de este último, para relajarse y meditar al respecto.
Pensando en las llamadas telefónicas que había tenido que concertar durante el
día para asuntos técnicos del rodaje, dijo algo cansado:
—Pues
parafraseándote un poco, por un puñado de dólares no me voy a preocupar.
El
maestro Leone, después de hacer un gesto adusto, se sintió preocupado; Kubrick
le había ganado tres de los últimos cinco juegos de la tarde. Como todo buen
italiano tenía cierto resabio de gángster y le ofendía en el ego perder frente a su contrincante.
Era
el momento de cambiar la última carta, Kubrick y Leone lo hicieron y éste último, visiblemente ansioso, le dijo:
—Muéstrate.
—Maestro,
por favor hágame el honor —dijo Kubrick con ironía.
—Tercia
de ases —musitó Leone al bajarse.
—Flor
imperial —dijo Kubrick, decepcionando al viejo maestro, que ya sentía la
despedida de su puñado de dólares.
Mirando
al joker de su flor imperial, Kubrick descubrió instantáneamente que así
llamaría a su personaje y se lo comentó a Leone, que al saber el título de la
película, se mostró interesado en su trama. El día de la premier de Cara de Guerra, Kubrick recordó ese
juego de cartas y comentó a sus amigos cómo y gracias a quién se le había
ocurrido el personaje principal. En medio de las copas se hizo un silencio,
pues Leone había muerto pocos días antes. "Estoy en un mundo de pura
mierda, pero estoy vivo, y no tengo miedo", había concluído Joker y con
él, llovieron los aplausos en la sala al finalizar la película. Entre los
presentes se encontraba Elías Canetti, que se acercó a Kubrick y le comentó
algunas de las reflexiones que le inspiró la cinta.
El autor de La
Conciencia de las
palabras, pensó, curiosamente, que no le caería nada mal un juego de póker
al llegar a su casa.
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