viernes, 2 de septiembre de 2011

El Mundo Perdido Nunca Existió

Tobias Wolf

Sus relatos se cuentan entre los clásicos del género en Estados Unidos. La versión cinematográfica de Vida de este chico, su primer libro de memorias, fue protagonizada por Robert de Niro y Leonardo Di Caprio. Ahora publica en España Vieja Escuela, una novela de tintes autobiográficos que retrata la pasión literaria que se vivía en algunos campus durante los años sesenta.



Tomado de Babelia, suplemento de EL PAÍS, sábado 7 de mayo de 2005.

Eduardo Lago Nos dice: Al final de Vieja Escuela una pregunta asalta al lector: ¿Se ha perdido el mundo que describe la novela, un mundo en el que la literatura y los escritores importaban de verdad? Tobias Wolf es rotundo: “No nos engañemos, la literatura tiene poco peso en el mundo. La gente que lee es muy poca, pero siempre ha sido así. Se habla constantemente de que vivimos en la cultura de la imagen, del poder de seducción de lo visual, pero no sé a qué viene tanto lamento. Antes las cosas estaban peor. Un día, harto de que la gente me dijera que en los años veinte y treinta había en Estados Unidos dos mil revistas que publicaban relatos, me tomé la molestia de investigar el asunto. La inmensa mayoría de esas revistas eran terribles, publicaban basura, relatos malísimos, historias de secretarias que se enamoraban del empleado de la oficina de al lado, pulp fiction sin la menor calidad… Entonces no había televisión y ahora sí, y como casi todo aquello ha pasado a la televisión, las revistas de esa calaña ya no hacen falta. Las cosas como son: la literatura siempre ha sido cuestión de minorías. La historia de la lectura no tiene el glamour que algunos se empeñan en darle. Es un mito. Aclarado esto, afrontemos la verdad. Le pido disculpas de antemano porque voy a hacerlo desde mi propia perspectiva. A mí la literatura me ha cambiado, me ha dado una profundidad de conciencia que no tenía, me ha ayudado a ver el mundo de otra manera, me ha agrandado el corazón. Y esa pasión que yo siento como muy mía la he visto y la sigo viendo en otros, incluyendo a gente muy joven. Las grandes obras literarias nos muestran la vida en toda su complejidad. Fíjese en Chéjov, por ejemplo. Si uno lee a Chéjov, aprende a juzgar a los demás con compasión y tolerancia. La literatura nos hace comprender vidas ajenas. El rasgo esencial de la literatura es que nos hace imaginar lo que significa ser otro ser humano distinto de nosotros. Si la literatura no sirviera nada más que para eso, ya estaría justificado su lugar en el mundo. Pero nos da algo más. La literatura nos transporta al alma misma del lenguaje”.

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