martes, 5 de octubre de 2010

Ciro Gómez Leyva

Los argentinos tienen una palabra muy útil para referir coloquialmente la desvergüenza, el descaro. Cachaza. Cachaza la de quien se ausenta dos meses del trabajo y demanda una millonada por despido injustificado. Cachaza la de Cecilia Romero al anunciar que quiere ser la próxima presidenta del PAN. Cachaza la de esta ráfaga de frases expresadas por ella el fin de semana: “Sí tengo intenciones de registrarme. He estado valorando mucho cómo están las cosas. Creo que es importante aprovechar esta situación que se da, donde cuestiones que tienen que ver con mi encargo o con mi compromiso han quedado atrás”. Veamos. “Sí tengo intenciones de registrarme”. Quiere decir que se siente perfectamente apta para postularse y dirigir al partido en el poder. “He estado valorando mucho cómo están las cosas”. Supongo que quiere decir que ha calculado los costos políticos tras la masacre de 72 indocumentados en Tamaulipas (cuando ella era la comisionada del Instituto Nacional de Migración). Y que llegó a la conclusión de que ese episodio (y otros) es anecdótico en su biografía política, poca cosa para frenar una carrera. “Creo que es importante aprovechar esta situación que se da, donde cuestiones que tienen que ver con mi encargo o con mi compromiso han quedado atrás”. Quiere decir que la muerte de los 72 es cosa del pasado; y nada frente a la posibilidad de convertirse en la luminosa líder que necesita el PAN. Que en un país donde nadie se hace cargo de sus implicaciones, la matanza de Tamaulipas puede ser incluso un buen trampolín. Qué cachaza, Cecilia, levantar la mano cuando los cadáveres están todavía humeantes. Y acudo al lunfardo argentino para no tener que decir: qué desvergüenza, qué descaro.

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