Ante
el escritor Ambrose Bierce se abre el desierto, únicamente desierto atrás o
adelante, se acerca una tormenta de polvo enorme en el desierto de Chihuahua,
hombre entrado en años, viejo y él solo tiene qué enfrentar a la tormenta sin
mayor arma que su caballo y una cantimplora casi vacía del vital líquido,
entonces, agacha la cabeza, de pronto, la levanta de nuevo, toma el pomo del
caballo y se dice: “Mi destino es mío”. Estamos en la mitad de la novela Gringo
viejo de Carlos Fuentes, (Seix barral, biblioteca breve 1985 y 2000).
El genio Bierce había profetizado con todo lo posible de profetizar (vgr:
“ÉXITO, s. Especie particular de decepción”.), en su célebre Diccionario
del Diablo, inclusive sobre el hecho de su misma muerte, que le parecía
algo que debía ocurrir en México,
según las cartas que dejó a sus amigos en 1913 antes de perderse
definitivamente en el México revolucionario, por poner un ejemplo, para él caerse de una escalera y romperse la nuca, era
algo “indigno” como forma de morir. “Ah —escribió en su última carta—, ser un
gringo en México; eso es eutanasia.” La novela de Fuentes funciona y se
defiende sola porque, como nadie sabe en realidad que fue de Bierce, se abre
una parcela de ficción gigante y la especulación sobre su destino hace la
suerte de homenaje póstumo y con el debido respeto a la genial figura, cual
debe de ser. A pesar de que Carlos Fuentes es novelista del México urbano y
moderno, su evocación revolucionaria triunfa por los dos personajes pivotes,
Tomás Arroyo (el guerrero revolucionario, macho, misógino e iletrado pero lleno
de odio y alcohol, una suerte de Pancho Villa camuflado, ya que en la
actualidad se sabe que Villa leía desde muy joven, incluso que el primer libro
que leyó fue Los tres mosqueteros) y la amante supuesta de Ambrose Bierce,
Harriet, (la norteamericana que desea redimir a los niños mexicanos
enseñándoles inglés en una escuela). A mi parecer es una novela excelente.
Finalmente el drama al que se ven enfrentados los personajes lo puede ver desde
hace ya mucho tiempo, desde 1986, creo, cualquiera que compre o rente la
película del mismo nombre.
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