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¿Ganar un premio literario lo es todo?


Sin duda que trae éxito y gloria a los autores, pero muchas veces los no premiados venden más que los laureados

Yanet Aguilar Sosa
El Universal
Viernes 29 de mayo de 2009
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Ganar un premio literario puede significar el trampolín para alcanzar las alturas, convertirse en el autor que garantiza grandes ganancias económicas a la editorial o ser el escritor que atestigua cómo la obra de su colega, que quedó finalista, recibe las palmas y las ganancias.

Nada está escrito en un premio literario. El jurado elige la que les parece la mejor novela y aunque los editores participan con su conocimiento del mercado, el lector es quien determina el alcance de la obra premiada. Gabriel Sandoval, director editorial de Planeta México reconoce que siempre es muy azaroso lo que pueda pasar con un autor premiado.

“No hay reglas, los premios no siempre funcionan; hay autores que han sido premiados y la siguiente obra no funciona. Los editores siempre esperamos que los premios sean una suerte de base para construir un amplio grupo de lectores pero no siempre es así”, señala el editor que es parte del Premio de Narrativa Iberoamericana Planeta Casa de América que se entrega desde 2007.

Además del anterior, hay cuatro premios de novela que son fundamentales en el territorio de habla hispana: el Alfaguara de Novela que se entrega en su nueva época desde 1997; el Herralde de Novela que otorga Anagrama desde 1983, el Premio Tusquets Editores de Novela lanzado en 2005 y el Premio Planeta de Novela que se entrega desde 1952. Todos garantizan al escritor la oportunidad de recorrer España y América Latina promocionando su novela que de otra manera no se haría.

Sin embargo, recorrer los más de 20 países donde el español es la lengua materna no significa éxito rotundo en ventas. Marisol Schulz, directora de Alfaguara México asegura que “la calidad literaria no está peleada con las ventas, creo que en el caso del Premio Alfaguara han ido de la mano”.

Los editores niegan que haya mano negra en los premios, reiteran la calidad probada del jurado, dicen que son gente de gran reconocimiento y que le dan credibilidad a los galardones, pero aceptan que cada editorial tiene intereses específicos al entregar sus premios.

Gabriel Sandoval afirma que cada editorial premiará según el tipo de casa que es. “Va a ser muy difícil equiparar el premio Herralde con el Planeta porque tenemos líneas editoriales diferentes, aspiramos a públicos diferentes, a volúmenes de negocios diferentes; por tanto las temáticas que uno premió serán diferentes”.

Si para Marisol Schulz se premia a la mejor literatura, pero también se impulsa al autor “A partir del premio su siguiente obra pude tener muchísimos más lectores de los que normalmente hubiera tenido”, para Verónica Flores, editora de Tusquets México, su premio de novela aspira a sumar un buen escritor a su catálogo.

“No sólo es una herramienta para los autores o un buen vehículo para darse a conocer y que sean leídos. Para nosotros como editores, el premio es una herramienta que aprovechamos para fichar a autores, nosotros deseamos convertirnos en su lugar literario, les ofrecemos un espacio como agentes literarios; apelamos a su fidelidad; nos la jugamos las dos partes”, señaló Verónica Flores.

Los premios literarios han descubierto autores, los ha internacionalizado, les da reconocimiento y nuevas responsabilidades ante el lector, como es crear una novela igual o mejor que la premiada. Pero también son objeto de polémicas, nunca faltan las discusiones en torno a la credibilidad de tal o cual premio, las suspicacias sobre los galardonados, si son autores que ya forman parte del catálogo, que si son “apoyados” por algún miembro del jurado o por la misma editorial; los editores esgrimen transparencia.

Para Daniel González, editor de Ediciones B México los premios siguen siendo un canal para desarrollar nuevos autores. “Un autor nuevo no trae un respaldo fuerte para el mercado, en cambio si está avalado por un premio y ese premio goza de seriedad y reconocimiento en el mercado, es lo que puede hacer de un autor desconocido un gran vendedor de libros”.

Gabriel Sandoval dice que ellos como editores tienen ciertos elementos que consideran al momento de elegir una novela desde que la están leyendo. “Pero estas características no son inmóviles, van evolucionando, hay momentos en los cuales hay novelas que contienen ciertos elementos que para ese preciso instante son más llamativos para el público lector y cinco años después esas mismas características ya no lo serán”.

Revela que ellos como editores, por formación o deformación profesional, pueden ver que ciertas novelas, ciertas tramas, historias o temáticas pueden ser mas atractivas para un público más amplio de lectores, pero no las pueden aplicar en un premio, “allí sólo el lector decide”. En el caso del Planeta Casamérica, dice, son cinco jurados “ahí la percepción o las ganas de un editor pueden chocar con las percepciones o los deseos de los otros jurados”.

Hay pros y contras en los premios que ofrecen un ganador y un finalista. A favor tienen que la editorial promociona dos obras a nivel internacional, en su contra tienen que el finalista puede vender más y que su novela tenga mejor recepción que la del ganador. “Eso depende de los lectores, el jurado decide en cuestiones literarias, de redacción y de valores de escritura, pero al final el que decide la venta es el público y a ese público le puede atraer mas una historia que otra aunque haya sido finalista y no ganador”, afirma Sandoval.

El hecho de que un finalista pueda llegar a tener mas nombre que un ganador de un premio lo decide el mercado. Pero hay constantes: la novela, sea ganadora única, o ganadora y finalista, siempre vende más en el país de origen del escritor. El libro de Jorge Edwards vendió en Chile más que en ningún otro lado y el libro de Fernando Quiroz (ganador y finalista del Planeta Casamérica 2008) vendió en Colombia mas que en cualquier otro lado.

En los últimos cinco años, los cinco premios han descubierto a autores a nivel internacional, ha sido el caso del español Luis Leante ganador del Alfaguara en 2007 que publicaba en editoriales pequeñas o los mexicanos Elmer Mendoza (Premio Tusquets 2007) y Daniel Sada (Premio Herralde 2008) que gozan de una amplia trayectoria en México pero se conocían poco en otros países de habla hispana.

Abundan también las historias de escritores que eran conocidos en el terreno de la literatura infantil como los casos del colombiano Evelio Rosero (Premio Tusquets 2006), las argentinas Graciela Montes y Ema Wolf (Premio Alfaguara 2005) y el cubano Antonio Orlando Rodríguez (Premio Alfaguara 2008) y se descubrieron grandes narradores ante los lectores.

Pero sin duda, todos los editores coinciden con lo que afirma Marisol Schulz: “De no existir esos premios perderíamos muchos libros que valen la pena simplemente porque el autor no encuentra un camino para publicar su libro”.

 

 

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