lunes, 16 de octubre de 2023

PROSA POÉTICA DE MI LIBRO INFINITOS DISPERSOS 2001 PARA TODO AQUÉL, PARA TODA ELLA

 

Manuscrito apócrifo de Octavio Paz encontrado en un hotel de paso

 

El poeta parte del rayo. Le recibe sus  dos mitades; con una mano esgrime la oscuridad, con la otra la antorcha. Sirviéndose de ambas cabalga por las telarañas de lo indecible, ese  bosque entrañable donde el paisaje taumatúrgico es  lenguaje en estado salvaje. Juncos, bambúes, ramas sueltas: Todo es tocado por sus manos de fiebre. Frente a frente con la noche, se salva de derretirse en el reflejo de su espejismo comparándola: Oleada de murmullos, esponja que palpita, párpados cerrados de un dios ajusticiado. Pero ciertos ojos soberbios se posan en su nuca: es la noche real, secreta, que lo deja solo en el escritorio buscando traducir el vaho misterioso que lo rebasa y lo alimenta. Surge así el milagro del poema. La lucha por encontrar el propio decir poético entraña penosos esfuerzos; es una brega constante con las amarras que nos sujetan a la siniestra realidad. Los más coriáceos utilizan su soledad como acicate, como la diabólica espuela que bate a contracorriente del río que  nos lleva  a las cuencas de la nada, donde la nada es el espejo deforme de la realidad que no puede reflejar sino su estela. Ahí el poeta peleará una y otra vez, hasta que  constituido como tal, hará de la lucha su propio canto. Ciertamente su canto es fingido, como dijo Pessoa, el poeta es un fingidor, pero es un fingidor de lo infingible, de lo que nadie más podría fingir y al ser así, la calidad de su voz es  más terrible, la más auténtica. La voz insobornable del hombre que en soledad, compone la partitura de la que está hecha la sustancia de nuestras soledades, la soledad de la especie que compartimos todos los días.

 

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