miércoles, 9 de agosto de 2023

PROBABILIDADES, MUERTO IBARGOYEN... VIVA SAÚL IBARGOYEN!!

  Tal vez las cosas más vivas

O más en acuerdo con su médula propia

O las cosas de ánima poco visible o incierta

Lleven en sí un telar de arterias vaciándose:

O tal vez alguien pudo reunir

Las costras caídas de un cuerpo

Que empezaba a nacer como una montaña

Sin nubes y sin breves pájaros:

Tal vez alguien cree que tu cuerpo

Es una mancha blanca

En los pliegues de la noche:

Porque quizá toda ilusión y todo suceso

Deben ser aceptados

Mientras tu vestido exterior pueda defenderte:

Pero hay en tus dimensiones subjetivas

Una especie de túnica organizando el esqueleto

Encendiendo el rumbo de los flujos y el temblor

Tejiendo un escudo de pieles vulnerables:

En el muy opaco reino de silencios y desprecio

La especie que en nosotros respira

Va extraviando su cauce de triste infinito:

Entonces puede ser que alguien levante

Un indicio de probables banderas

Con un antiguo color que bautizamos sangre.

 

 


24 junio, 2019

El fin del soliloquio

de Luis Vicente de Aguinaga | Ensayos

Dos recuerdos aparentemente inconexos, aunque simultáneos, me han llevado a pensar en algo que, a falta de mejor nombre, llamaré la tradición del soliloquio en la poesía mexicana moderna. Rectifico de inmediato: en realidad, es más correcto hablar de una tentación que de una tradición del soliloquio. Pero detrás de toda tentación palpita una fantasía. Todavía más correcto es, entonces, hablar de la fantasía del soliloquio en la poesía mexicana.

El primero de tales recuerdos me condujo hasta mediados de los años 80. Por ahí de 1987 debo haber leído, en un ejemplar ya viejo de la revista Nexos, un ensayo de Hermann Bellinghausen a propósito de cierta poesía escrita en México entre 1968 y 1984.1 En ese texto, Bellinghausen dictaminaba que Octavio Paz había erigido en El mono gramático un «espléndido monumento al soliloquio» y que Carlos Montemayor, poeta de la generación de 1968, escribía «una poesía monológica que se antoja más aristocrática que marginal». Me quedaban claras las connotaciones negativas que Bellinghausen quería inyectar en las nociones de monólogo y soliloquio en ambos casos.



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