Tal vez las cosas más vivas
O más en acuerdo con su médula propia
O las cosas de ánima poco visible o incierta
Lleven en sí un telar de arterias vaciándose:
O tal vez alguien pudo reunir
Las costras caídas de un cuerpo
Que empezaba a nacer como una montaña
Sin nubes y sin breves pájaros:
Tal vez alguien cree que tu cuerpo
Es una mancha blanca
En los pliegues de la noche:
Porque quizá toda ilusión y todo suceso
Deben ser aceptados
Mientras tu vestido exterior pueda defenderte:
Pero hay en tus dimensiones subjetivas
Una especie de túnica organizando el esqueleto
Encendiendo el rumbo de los flujos y el temblor
Tejiendo un escudo de pieles vulnerables:
En el muy opaco reino de silencios y desprecio
La especie que en nosotros respira
Va extraviando su cauce de triste infinito:
Entonces puede ser que alguien levante
Un indicio de probables banderas
Con un antiguo color que bautizamos sangre.
24
junio, 2019
El fin del soliloquio
Luis Vicente de Aguinaga | Ensayos
Dos recuerdos aparentemente
inconexos, aunque simultáneos, me han llevado a pensar en algo que, a falta de
mejor nombre, llamaré la tradición del soliloquio en la poesía mexicana moderna.
Rectifico de inmediato: en realidad, es más correcto hablar de una tentación
que de una tradición
del soliloquio. Pero detrás de toda tentación
palpita una fantasía. Todavía más correcto es, entonces, hablar de la fantasía del soliloquio en la
poesía mexicana.
El primero de tales recuerdos me
condujo hasta mediados de los años 80. Por ahí de 1987 debo haber leído, en un
ejemplar ya viejo de la revista Nexos,
un ensayo de Hermann Bellinghausen a propósito de cierta poesía escrita en
México entre 1968 y 1984.1 En ese texto, Bellinghausen dictaminaba que Octavio Paz había
erigido en El mono gramático
un «espléndido monumento al soliloquio» y que Carlos Montemayor, poeta de la
generación de 1968, escribía «una poesía monológica que se antoja más
aristocrática que marginal». Me quedaban claras las connotaciones negativas que
Bellinghausen quería inyectar en las nociones de monólogo y soliloquio
en ambos casos.
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