En la novela Casi el paraíso,
Luis Spota comienza su fabulación hablando de un grupo decadente de mexicanos y
de otros lugares (parece que españoles y franceses), pero lo interesante es que
estos personajes que están dándose la buena vida con alcoholes, drogas como la
cocaína y demás, es que ese grupo que están en un yate en el mar Mediterráneo,
son, como dice una de las putitas que andan ahí, “influyentes”, tienen
influencia en el gobierno mexicano. Llama la atención que se refieren a uno
sólo de ellos. (La novela inicia con la conversa entre ellas y otro fulano).
Mucho tiempo después de dejar esa
lectura trunca, Casi el paraíso me empezó a dejar caer los veintes: esa
novela hablaba, entendí, de lo que en el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz, eran
ellos, los influyentes, lo mismo que ya después entendí, así jugó su papel el
locutor de radio Jordi Soler en el sexenio de Zedillo y mucho después, en el
sexenio de AMLO, jugué yo mismo ése papel; aunque claro, yo jamás fui
influyente, ni nada de eso, ni jamás el gobierno me dio ninguna orden directa
ni jamás AMLO siendo Presidente. Lo que yo fui en el sexenio de AMLO fue, entre
otras cosas, sobre este asunto, (sine qua non) la encarnación viva de la
promesa que nuestro país tiene y tendrá todavía mucho tiempo, de merecer presidentes
mexicanos por muchos sexenios: ¿Acaso no hemos entendido bien la lección? ¿Queremos
acaso un manotazo de los E.U.? México votó con 36 millones de votos por la continuidad
del proyecto de AMLO, la gente está hasta la madre de “influyentes” y rateros,
vividores y otros ladillas, nuestro país así ha aprendido su propio camino. Por
cierto que Jordi Soler era y es también novelista y no “influyente”.
Eso era lo que necesitaba
entender y no tanto Casi el paraíso.
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